La Reagrupación Familiar y el Duelo Migratorio

La Reagrupación Familiar y el Duelo Migratorio

Esta semana, quiero hablarte de la reagrupación familiar y el duelo migratorio, ya que, para mí, si bien el trámite jurídico está claro, el gran fracaso se produce en la gestión psicoemocional de aquellos que se quedan en el lugar de origen, las madres y progenitores que desde la distancia intentan cumplir o no con sus deberes como padres y luego el impacto de los reencuentros familiares. 

¿Qué es la reagrupación familiar en régimen general?

 

Se trata de una autorización de residencia temporal que se podrá conceder a los familiares de los extranjeros residentes en España, en virtud del derecho a la reagrupación familiar. Los familiares susceptibles de reagruparse con el extranjero residente en España son:

  • El cónyuge o la persona con la que el reagrupante mantenga una relación de afectividad análoga a la conyugal.
  • Los hijos del extranjero residente y del cónyuge o pareja, incluidos los adoptados (siempre que la adopción produzca efectos en España)
  • Otros menores o incapaces extranjeros.
  • Los ascendientes del extranjero residente, de su cónyuge o pareja de hecho.

 

Todo esto está sujeto obviamente a los medios económicos familiares, lo que hace en la mayoría de las ocasiones inviable la reagrupación y las familias migrantes con medios económicos medios, tardan entre 8 y 15 años en poder reagrupar a sus familiares. 

El año pasado España recibió un “toque” por parte de la Unión Europea, porque con los requisitos de la reagrupación familiar, estaba limitando e impidiendo el derecho universal de la unión familiar. Por este motivo, en julio del 2022, flexibiliza el arraigo familiar en los requisitos económicos, no en los tiempos porque para acceder al arraigo igualmente tienes que demostrar al menos los tres años en España.

 

¿Cómo afecta a las familias las reagrupaciones familiares?

 

La realidad es que la reagrupación familiar entendida a nivel psicosocial es un fracaso, las familias tardan años en reestructurarse y suele coincidir con los años en los que los menores son más pequeños e implica que cuando se vuelvan a encontrar con sus progenitores ya están en etapa adolescente o adulta. 

Es decir, juntamos a dos auténticos desconocidos para mantener una nueva unidad de convivencia como si no existieran heridas del pasado que sanar. 

La realidad, es que no sólo hay heridas, también hay abandono, hay duelo y trauma, hay desconsuelo, hay desesperanza, culpa y resentimiento, demasiadas emociones para gestionarse por sí solas. 

El libro, Cenizas en la Boca, de Brenda Navarro es un buen ejemplo de ello. El duelo migratorio existe, pero no sólo en las personas migradas, sino en sus hijos y en quienes cuidan de estos. Hay duelo en la familia que hace red para cuidar y proteger a quienes se sienten desprotegidos, abandonados y poco queridos, porque ellos también han perdido a su hija/o quien se ha marchado al extranjero. 

Las madres migrantes soportan el chantaje, el sentimiento de culpa y la responsabilidad de ese “sentimiento de abandono” que intentan suplir con el envío de remesas, con las llamadas telefónicas y los desprecios de quienes reclaman una atención que no les pueden brindar por medio de las redes sociales. 

 

¿Cuál es el impacto de la reagrupación familiar en los menores?

 

Las consecuencias son la desestructuración familiar, duelos migratorios prohibidos y dinámicas familiares tóxicas que repercuten en el carácter de cada una de las personas que las viven. 

Al final, el proceso migratorio es una cuestión individual, íntima y prohibida, porque las madres para sus hijos “siempre están bien” aunque desempeñen trabajos donde se vulnerabilizan sus derechos, donde se sienten maltratadas o desde la preocupación de no tener un acceso al empleo, ya que “tienen un objetivo que cumplir”.

En los hijos es odio, rencor y frustración, pero también es amor, deseo y necesidad afectiva, como ya comenté en la entrada “el duelo migratorio en los niños y niñas, hay una deshumanización del duelo en los menores, no hay panificación de la migración, no han escogido migrar, “vienen para cumplir unas expectativas impuestas” son introducidos en un sistema educativo que no se adapta sus necesidades, donde no se aborda la identidad cultural y asumimos que sus “actos de rebeldía” son ataques etarios en lugar de valorar las causas a sus reacciones. 

 

¿Qué podemos hacer ante este duelo migratorio?

 

Sin duda, esto es un error de apreciación en la crianza, pero no sólo de los progenitores y de la unidad familiar, porque la infancia migrante desde antes de iniciar su proceso migratorio ya ha generado pequeñas heridas, recuerdos, nostalgias, relaciones y separaciones. 

A la hora de migrar, se generan anhelos porque aún están decidiendo qué quieren ser de mayores y están en el momento donde sientan las bases para sentirse incluidos en la sociedad, no reconocerlo es invisibilizar su salud mental. 

Cenizas en la Boca, es un libro que expone abiertamente la necesidad de cuidar y mantener la salud mental de aquellas personas que migran, de la infancia migrante, la adolescencia y la adultez, pero no sólo cuando ya has llegado al lugar de acogida, sino desde el origen porque el duelo migratorio es un duelo transgeneracional, se transmite y condiciona nuestras relaciones. 

En resumen, si comenzamos a abordar las reagrupaciones familiares desde el inicio del proceso, desde los lugares de acogida, se podrá prevenir y educar sobre posibles conflictos familiares, de esta forma cuidamos de la salud mental y los patrones de crianza de todos los miembros de la unidad familiar, garantizando no sólo el éxito administrativo de la reagrupación familiar, sino también el abordaje del duelo migratorio y su influencia en la infancia migrante.

 


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