
03 Jun La gran olvidada, la infancia migrante
En la mayoría de las ocasiones, cuando hablamos sobre inmigración, solemos hacerlo desde la adultez, hablamos de cifras y datos sociodemográficos, económicos y culturales, pero poco se habla de la infancia y adolescencia, por eso la gran olvidada en cualquier proceso migratorio, siempre es la infancia migrante.
Durante el mes de junio, se dan dos fechas importantes en torno a la infancia y que tienden a pasar desapercibidas por las celebraciones de otros días, el 4 de junio, Día Internacional de los niños inocentes víctimas de una agresión y el 12 de junio Día mundial contra el trabajo infantil.
¿Qué relación tienen estos dos días con la infancia migrante?
La primera fecha pretende concienciar y proteger a los menores en situaciones de guerra y conflictos. Nació del objetivo de reconocer el dolor y el sufrimiento, no sólo físico, sino también psicológico al que se expone a los menores víctimas de agresiones.
No hablamos sólo del hecho de que estos menores pueden ser reclutados como niños soldados, sino que se ven expuestos a agresiones y diferentes tipos de violencia que potencian las migraciones forzosas por abandono sin ningún tipo de apoyo o ayuda humanitaria.
Hace dos años, escribí la entrada ¿Qué pasa cuando robamos la niñez? en la que mencione que cuando lo hacemos, vemos a estos menores desde el miedo, el rechazo, la criminalización en medios de comunicación o a nivel jurídico. El problema es que al hacerlo de esta forma, nos olvidamos de los derechos a la infancia, que estas acciones de juzgar y rechazar potencian la negligencia, la explotación y el maltrato a estos menores.
Según UNICEF, más de 230 millones de menores viven en zonas afectadas por los conflictos armados, es decir; uno de cada diez niños en el mundo.
La segunda fecha, el 12 de junio, está íntimamente relacionada con la anterior, porque la explotación infantil entraña actos como el homicidio, la violencia sexual, secuestro…etc. Pero sobre todo es que, al obligar a los menores a trabajar, les negamos el derecho a la educación, la salud, y una vida para su desarrollo integral.
Es decir, según la UNESCO, el conjunto de acciones articuladas, orientadas a asegurar el proceso de crecimiento, maduración, desarrollo de las capacidades y potencialidades de las niñas y los niños, dentro de un entorno familiar, educativo, social y comunitario, satisfaciendo de esta manera sus necesidades afectivo-emocionales y culturales.
La relación entre ambos días es la desigualdad de oportunidades, las violaciones a los derechos humanos y a la protección del menor, la desprotección impide que se puedan desarrollar para acceder a una etapa adulta en la que cuenten con habilidades y conocimientos necesarios para conocer y ejercer sus otros derechos.
Hablamos entonces de un deterioro generacional, se refuerzan los ciclos de pobreza y se profundiza en la inequidad social.
¿Por qué no abordamos la infancia migrante?
Uno de los factores fundamentales es que no tenemos en cuenta los intereses del menor en la toma de decisiones. Es más, es que no la tienen, si fuera así primarían los derechos a la infancia antes de las necesidades laborales familiares o su utilización como moneda económica.
Esto lo podemos ver en dos ejemplos: El primero, lo vimos hace más de un año con el inicio de la guerra en Ucrania, en esas “oleadas altruistas” en las que se iba, se buscaba a menores en las zonas de guerra y a través de corredores humanitarios se llevaron a los menores a otros países sin miembros de sus familias, sin conocer el idioma y sin abordar su bienestar biopsicosocial y poniéndose en riesgo al ser víctimas de trata o explotación laboral.
Como dice UNICEF en su cita “Aunque estamos trabajando a marchas forzadas, creo que debemos estar preparados con más servicios especializados para los niños supervivientes de la violencia física y sexual. Además, los niños con discapacidades, que han sufrido de forma desproporcionada a causa de esta guerra, deben recibir apoyo urgente”
El segundo ejemplo, lo vemos en el acogimiento a los menores que viajan solos a través de la frontera sur, mientras que en uno hay oleadas de altruismo, a los menores que llegan de África, se ven expuesto a las formas más duras de violencia, tratas de personas, matrimonio infantil y criminalización, pero de esto no nos hacemos eco y parece tener poca relevancia.
¿Qué podemos hacer?
A futuro, estos menores son migrantes forzosos y se exponen a todas las situaciones anteriores sin medidas suficientes de protección. Según UNICEF, 160 millones de menores de entre 5 y 17 años trabajan. Casi la mitad (79 millones) están realizando trabajos que ponen en riesgo su salud y sus vidas.
Esta semana en Europa, «La Eurocámara apoya sancionar a las empresas que no respeten los derechos humanos y el medioambiente». El Parlamento Europeo lo que pretende evitar el trabajo infantil, la esclavitud o la degradación medioambiental de las empresas.
Sobre la infancia migrante que viaja sola, La Merced Migraciones, acaba de publicar «El Constitucional estima la demanda de amparo de un niño migrante y recuerda la obligación de estudiar los procedimientos con un adecuado enfoque de infancia« Proceso judicial que se acompaño desde la entidad y cuya sentencia ha llegado tres años después de la demanda. Ahora el menor ya ha cumplido la mayoría de edad pero esta sentencia no pierde su valor, sino que es un paso esencial es el reconocimiento y la visibilización cuando éstos son violados.
Se necesitan cambios estructurales de concienciación y leyes de protección de manera integral a la infancia. Además de sensibilizar a la sociedad sobre explotación laboral, trata y aporofobia, porque al final esto ocurre cuando aceptamos socialmente que la desprotección a la infancia migrante es una forma de asegurar la supervivencia de la economía familiar y/o que son los daños colaterales de las guerras.
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